Oh Cristo, desconocemos el misterioso
origen de tu amor.
Tan grande privilegio bajó del cielo glorioso;
y es de tus hijos, oh Señor.
Oh Cristo Jesús, nuestro pensamiento terrenal,
muestra su obscurantismo en tu eternidad.
Destituidos fuimos de la gloria celestial,
por nuestra contumaz necedad.
Oh Señor Jesucristo, de la creación,
somos la obra maestra.
Inconmensurable es el corazón
del Rey de reyes, que nos enseñó el camino de la vida eterna.
Oh Redentor, tu preciosa sangre derramada,
nos dio gracia en el Calvario.
Resplandeció la senda, que hizo al alma bienaventurada.
Porque las buenas nuevas de salvación eterna descendieron, para hacernos visible tu santuario.
Oh Salvador, predicaremos con denuedo tu Palabra,
que es el refugio de santificación.
El Omnipotente, nuestras almas ama,
para galardonarlas con la corona de salvación.
Paz de Cristo
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