Oh Cristo, la luz de tu Espíritu Santo,
se derramó el día de Pentecostes.
Y en el aposento alto,
las lenguas de fuego se posaron, para revestirnos de sobrenaturales poderes.
Oh Cristo Jesús, redimiste a los pecadores,
presos en su obscuridad.
Frente a sus hirientes latigazos y los vituperios escarnecedores,
Tú, oh Señor, les ofrendaste tu vida en crucifixión de eternidad.
Oh Señor Jesucristo, el resplandor de tu resurreccion,
a los confines del universo dio luz.
Y transformó las tinieblas del corazón,
en ríos de agua viva que creyeron en el Nombre de Jesús.
Oh Rey de reyes, en tu presencia;
de gracia, sentimos nuestra alma rebosar.
Luz de eterna excelencia,
Oh Señor de la gloria, es el sentimiento de poderte amar.
Oh Señor de señores, en el firmamento brillan las estrellas;
porque Tú les diste luz.
Buscamos la salvación, oh Sumo Hacedor, en tus sagradas huellas,
que se hicieron visibles por la redención de tu santísima sangre derramada, hasta la muerte, y muerte de cruz.
Paz de Cristo
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