Su llamado nos hace unánimes en la fe:
Cristo es el propósito.
Tu corazón exultante cree,
por la Gracia del Altísimo.
La presencia del Señor,
se mueve en la oración, poesía y alabanza:
exaltación del adorador,
que a Cristo ama.
La santidad es luz de Gloria;
los desiertos son vergeles de rosas,
que muestran genuflexión a Cristo en su memoria,
cuando por la misericordia del Señor gozas.
La verdad del Señor nos hace libres,
las necedades pasaron;
y en Cristo son invencibles,
los que su Palabra guardaron.
Orgullosos portamos la Biblia en el espíritu:
somos la Iglesia escogida
en la excelencia de Jesucristo;
porque nuestro nombre, con letras de oro, figura inscrito en el Libro de la Vida.
Amén ¡Aleluya!
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