- Oh mi Cristo,
- las tenebrosas incursiones del diablo son recurrentes en tus dignos siervos.
- Orad y velad en el Espíritu,
- para estar asidos a los bíblicos cimientos.
- Oh Alto y Sublime,
- la letal tempestad es un silbo apacible en tu presencia.
- Y ante lo que es imposible,
- oh Señor, perseveraré en la celestial excelencia.
- Oh Cristo Jesús,
- la mayor bendición fue palpar tu llaga.
- Y tal fue la universal reverberación de tu admirable luz,
- que nunca hubo adoración tan bella.
- Oh Sumo Alfarero,
- ¿hubo algún vaso qué no se quebrantó en tu sobrenatural rueda?
- Y es que, al interiorizar el llamado del cielo,
- toda rodilla se tornó genuflexa.
- Oh Sumo Redentor,
- los siervos que creemos en tu glorioso nombre, de la gracia recibida de tu preciosa sangre, hemos dado con grandioso celo tu majestuosa gracia.
- Y es porque excede de todo conocimiento tu excelso amor;
- y al redimir y justificar con tu santísimo perdonó, oh Rey de la gloría, las laceraciones del sórdido pecado, a tus sagrado pies se rindió mi alma.
- Paz de Cristo
- Oh mi Cristo,
- sabemos que no luchamos contra sangre y carne, sino contra potestades espirituales.
- Y es la llenura del Santo Espíritu,
- la que nos liberta de tan abyectos males.
- Oh Cristo Redentor,
- con tu sacrificio abominable en la cruz del Calvario, venciste al imperio de la muerte.
- Porque a la inmunda letalidad derrotó tu excelso amor;
- cuando en la más ignominiosa crucifixión, a toda la humanidad el majestuoso perdón verbalizaste.
- Oh Sumo Alfarero,
- somos vasos perfeccionados por tu rueda sagrada.
- Y anhelamos ser siervos probos el día postrero,
- oh Señor, para vivir en tu eterna morada.
- Oh Cristo Jesús,
- todos los siervos que hayan muerto invocando tu santo nombre, oirán tu voz en sus tumbas.
- Y es que, el sobrenatural prodigio de tu admirable luz,
- arrebatará a la gloria a las almas salvas.
- Oh Todopoderoso Señor y Salvador Jesucristo,
- a tu grandiosa misericordia clamamos.
- Para que en el día del juicio,
- por tu excelsa diestra seamos glorificados.
- Paz de Cristo
- Oh mi Cristo,
- el ser humano se obstina en defender lo carnal.
- Y obvia el glorioso principio bíblico,
- que es la inagotable fuente espiritual.
- Oh Santo de Israel,
- tus pensamientos siempre evocan la gloria eterna.
- E indefectiblemente en su sobrenatural revelación ha de intervenir el don de la fe,
- para que estemos concernidos en el gozo de una vida plena.
- Oh Hijo del Hombre,
- Tú viniste a deshacer las obras del diablo.
- Y por ser el único y Soberano Dios manifestado en carne;
- engendraste a tus genuinos hijos, con la gracia del nuevo pacto.
- Oh Cristo Altísimo,
- tu gloriosa resurrección es nuestra sagrada heredad.
- Y el que no se ha quebrantado en el Lugar Santísimo,
- nunca tendrá el conocimiento de la perfecta verdad.
- Jesús, dijo: De cierto, de cierto te digo, el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.
- Lo que es nacido de carne, carne es; y lo que es nacido de Espíritu, espíritu es.
- Oh Eterno, solo tus auténticos hijos consagrados,
- son los que viven por fe y para fe.
- Paz de Cristo
- Oh mi Cristo,
- nada suple el sacrificio del que se quebranta en su espíritu.
- Y es que, guiados por el Santo Espíritu,
- el que nos habla es el Señor Altísimo.
- Oh Alto y Sublime,
- guárdanos en tu sagrado regazo.
- Solo tus auténticos siervos somos fieles a tu perfecto linaje;
- porque hemos nacido de nuevo, oh Señor, en el celestial santuario.
- Oh Cristo Jesús,
- tus consagrados hijos hemos sido engendrados por la Sagrada Palabra.
- E hijos somos de luz,
- oh Rey de la gloria, porque nuestro corazón celosamente te ama.
- Oh Fiel y Verdadero,
- del quebrantamiento de tus genuinos discípulos, emana el olor fragante.
- Porque el umbral de lo eterno,
- abierto está para el que en santidad permanece.
- Oh Alfa y Omega,
- la convicción de pecado,
- ha de ser inmarcesiblemente meridiana,
- para el que se siente bienaventurado.
- Paz de Cristo
- Oh mi Cristo,
- Tú mides el efímero tiempo de nuestra terrenal vida.
- Y en su inexplicable naturaleza es tan preciso;
- que no será posible retenerlo, sino al final de nuestra existencia.
- Oh Santo de Israel,
- en los milagros de tu ministerio público, ataste sin remisión al tiempo.
- Y es que, al ser Tú el autor y consumador de la fe,
- nada te fue oposición en tu terrenal reino.
- Oh Hijo del Hombre,
- Tú paraste tempestades, anduviste sobre el mar, multiplicaste panes y peces, curaste en la distancia, y hasta diste vida a los que habían expirado.
- Todo fue hecho para la gloria de tu majestuoso nombre,
- al tener potestad sobre lo que Tú mismo habías creado.
- Pero lo más insondable, oh Cristo Redentor,
- es que Tú te inmolaras en la cruz del Calvario, para darnos vida eterna a los que estábamos muertos en delitos y pecados.
- Porque no otro, sino tu único y excelso amor,
- por gracia nos hizo bienaventurados.
- La Biblia dice: Este Jesús es la piedra reprobada por vosotros los edificadores, la cual ha venido a ser cabeza del ángulo.
- Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos.
- Oh Santo,
- todos los irreprensibles siervos que Tú resucitarás en el día postrero; a tiempo y fuera de tiempo, te exaltamos y glorificamos.
- Paz de Cristo
- Oh mi Cristo,
- el resplandor de tu rostro da luz a nuestra vida.
- Y por la gracia del Santo Espíritu,
- será siempre bendecida.
- Oh Sumo Redentor,
- la senda más angosta, precedió a tu inmolación en la cruz del Calvario.
- Y por tu preciosa sangre, derramada con excelso amor;
- traspasaremos tus genuinos siervos, el umbral del eterno santuario.
- Oh Fiel y Verdadero,
- es para ti una gran ofensa, la arbitraria queja de tus heraldos.
- Si nos guardáramos en el bíblico celo,
- tendríamos la perfecta convicción de todos y cada uno de nuestros obscenos pecados.
- Oh Cristo Altísimo,
- nada retuvimos de tu santidad, que a la humanidad sustenta.
- Y es que, únicamente el que se niega a sí mismo,
- oh Señor, se verá en las nubes arrebatado con tu amada Iglesia.
- Jesús, dijo:Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.
- Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.
- Oh Cristo Jesús, hijos somos de tu heredad, por tus gloriosos desvelos;
- pero en el cielo no morará, el que a tu majestuoso nombre no le diere toda la gloria .
- Paz de Cristo
- Oh mi Cristo,
- provisión tenemos de lo que emana tu santísima voluntad.
- Y por la revelación de tu Sagrado Escrito,
- nuestra alma es linaje de eternidad.
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- Oh gran Dios,
- nada somos sin tu bendita presencia.
- Y un celestial sello llevan los siervos consagrados,
- oh Señor, porque viven en tu sobrenatural esencia.
- Oh Alto y Sublime,
- presérvanos de la inmundicia del maligno.
- El que perseverare en tu santo nombre, éste es el que busca incesantemente tu rostro, oh Rey de la gloria, para perpetuarse firme;
- porque sus pasos nunca se saldrá del eterno camino.
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- Oh Santo de Israel,
- los que tenían el corazón de piedra, obviaron siempre tus excelsos milagros.
- Y es que, era tan imperceptible su fe,
- que no tuvieron el grandioso privilegio de ser santos.
- Oh Hijo del Hombre,
- hasta que no vengas con los ángeles en tu reino,
- los que hicieron desdén de tu glorioso nombre no gustarán la muerte;
- porque llevados por la letal indiferencia, no asociaron la espiritual adoración, oh Rey de reyes, a tu poder Cristocéntrico.
- Paz de Cristo