LAS LACERACIONES DEL ALMA SON DEL MALIGNO, OH CRISTO
- Oh mi Cristo,
- las tenebrosas incursiones del diablo son recurrentes en tus dignos siervos.
- Orad y velad en el Espíritu,
- para estar asidos a los bíblicos cimientos.
- Oh Alto y Sublime,
- la letal tempestad es un silbo apacible en tu presencia.
- Y ante lo que es imposible,
- oh Señor, perseveraré en la celestial excelencia.
- Oh Cristo Jesús,
- la mayor bendición fue palpar tu llaga.
- Y tal fue la universal reverberación de tu admirable luz,
- que nunca hubo adoración tan bella.
- Oh Sumo Alfarero,
- ¿hubo algún vaso qué no se quebrantó en tu sobrenatural rueda?
- Y es que, al interiorizar el llamado del cielo,
- toda rodilla se tornó genuflexa.
- Oh Sumo Redentor,
- los siervos que creemos en tu glorioso nombre, de la gracia recibida de tu preciosa sangre, hemos dado con grandioso celo tu majestuosa gracia.
- Y es porque excede de todo conocimiento tu excelso amor;
- y al redimir y justificar con tu santísimo perdonó, oh Rey de la gloría, las laceraciones del sórdido pecado, a tus sagrado pies se rindió mi alma.
- Paz de Cristo
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