Bebé de aria gloriosa,
que por Dios concebida fuera,
como una perfecta rosa
de delicada hermosura.
Su perfume celestial
es un acorde primoroso,
y se muestra tan vital;
porque su partitura la creó,
Nuestro Cristo más Glorioso.
En la alabanza se mueve la presencia del Señor.
Y en la Gloria del bebé, su palpitante corazón
es una melodía de amor,
en la que Jesucristo, derrama bendición.
¡Aleluya!.
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