(POESÍA DE LA CONVENCIÓN IPUE 2024)
- Oh Cristo Redentor,
- nuestra mente terrenal, por su precariedad, no puede alcanzar la Majestad y el Señorío de tu bíblico propósito.
- Y tu excelso amor,
- nos ha dado la gracia inmerecidamente, para percibir desde la inconmensurable santidad el Edén glorioso.
- Oh Santo de Israel,
- con tu dádiva perfecta e incomparable,
- hemos podido interiorizar el don de la fe.
- Y tu bendito reino, oh Señor, se nos ha revelado como una fortaleza inexpugnable.
- Oh Altísimo Señor Jesucristo,
- a tu Evangelio de la gracia, nada más se perpetúa el que no ha hecho desdén de la senda angosta.
- Porque sólo el que vive en el Espíritu,
- podrá traspasar el umbral de la gloria.
- Oh Cordero inmolado,
- tu abominable crucifixión,
- rae toda malignidad del que lucha sin desmayo por ser bienaventurado;
- y pone por obra, el extremo arrepentimiento del que se quebranta con genuina pureza de todo su corazón.
- Oh Sumo Alfarero,
- nada te fue impedimento;
- para que tu excelsa diestra, hiciera del inmundo un vaso nuevo.
- Y obvia decir, oh Santo, que Tú eres la estrella resplandeciente de la mañana, que hace visible con su admirable luz hasta el ignoto firmamento.
- Oh gran Yo Soy,
- tus genuinos hijos anhelamos fervientemente tu arrebatamiento.
- Y será tu Iglesia amada, un día como hoy,
- la que sin arruga y sin mancha, oh Rey de reyes, morará contigo en el celestial aposento.
- Oh Hijo del Hombre,
- desde la eternidad y hasta la eternidad,
- tu Majestad y Señorío ha sido consubstancial a tu sobrenatural nombre,
- porque de él emana la santísima e inefable verdad.
- Paz de Cristo
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