Oh Cristo, Tú has de obrar el milagro;
la eternidad dista tres palmos de mi estatura.
¿Habrá, oh Sumo Creador, algo imposible en tu propósito?
Será que yo pueda ver el tercer cielo, antes del rapto de tu Iglesia amada; por ser en ti, oh Señor, nueva criatura.
Oh Cristo Jesús, hemos autolimitado nuestra fe,
a la mínima expresión.
La prueba máxima de activar lo que no se ve,
se hizo manifiesta, oh Rey de reyes, en tu resurrección.
Oh Santo de Israel, el don del Santo Espíritu,
se derramó el día de Pentecostés.
Oh mi Señor Jesucristo,
Tú eres el Dios de los imposibles.
Oh Omnipotente Señor, desde el trono celestial,
derramas tu omnipresencia.
En tu santuario nos guardas de todo mal;
por ser siervos de la Palabra, y sus genuinos hacedores de solemne obediencia.
Oh Fiel y Verdadero, creer en tu salvación,
es un gozo desbordante.
De lo guardado, guarda tu corazón;
y el alma santa verá, la inefable gloria, exultante.
Paz de Cristo
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