Jesús, dijo: En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo.
La autoridad, oh Señor, que confieres a tus discípulos, abre una sólida senda en el entenebrecido mar.
Las obscuras fosas de lo inmundo,
se vuelven conversas por tu Sagrada Palabra; y desnuda al alma vil, dispuesta con gozo a amar.
Oh Cristo Jesús, dirimimos una batalla de poder,
contra principados y potestades de malignidad.
Toda armadura del gran Yo Soy, protege nuestro ser,
para hacer llegar al incircunciso luz de eternidad.
Las olas del tempestuoso mar,
infundian pavor al debilitado espíritu.
Y pudimos divisar en la cerrada obscuridad al Rey de la gloria, el Señor y Salvador Jesucristo.
Oh Rey de reyes, una estela de indelebles huellas,
dejaban tus santos pies sobre el lóbrego mar.
Que difícil fue salir a tu encuentro, oh Señor, nos falto la fe para pisar con firmeza las aguas,
y dar los pasos hacia el consagrado altar.
Jesús, dijo: ¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?
Un día inopinado,
nos asió con su mano el Omnipotente;
y derramó la bendición de gracia, sobre el discípulo bienaventurado.
Paz de Cristo
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