En la aparente normalidad,
la aflicción llama a tu puerta,
con espíritu de maldad.
Y el diablo, con su mentira, nos dirige en tan oscura afrenta.
Participamos en la necia contienda,
sumidos en la tribulación.
Al Señor clamamos ayuda,
buscando una solución.
El espíritu de sabiduría,
media, para que haya paz.
Cristo oye la plegaria,
y en su fortaleza nos protege de toda iniquidad.
Jesucristo, en su llaga,nos hizo partícipes de la Unción.
En verdad, purificó y salvo nuestra alma de la condenación,
con su Gloriosa Potestad.
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