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martes, 24 de septiembre de 2024

LA PUREZA ESPIRITUAL, ASIGNATURA PENDIENTE EN CRISTO

  • La Biblia enseña: Por tanto, ceñid los lomos de vuestro entendimiento, sed sobrios, y esperad por completo en la gracia que se os traerá cuando Jesucristo sea manifestado;
  • como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia;
  • sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir;
  • porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo. 
  • Y si invocáis por Padre a aquel que sin acepción de personas juzga según la obra de cada uno, conducíos en temor todo el tiempo de vuestra peregrinación;
  • sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, 
  • sino con la sangre preciosa de Cristo, como un cordero sin mancha y sin contaminación,
  • ya destinado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros, 
  • y mediante el cual creéis en Dios, quien le resucitó de los muertos y le ha dado gloria, para que vuestra fe y esperanza sean en Dios.
  • Habiendo purificado vuestras almas por la obediencia a la verdad, mediante el Espíritu, para el amor fraternal no fingido, amaos unos a otros entrañablemente, de corazón puro;
  • siendo renacidos, no de simiente corruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre. 
  • Porque: Toda carne es como hierba, y toda la gloria del hombre como flor de la hierba. La hierba se seca, y la flor se cae;
  • mas la palabra del Señor permanece para siempre. 
  • Oh mi Cristo, el mayor honor es haber sido en tu glorioso nombre santificado;
  • porque hemos raido de nuestro ser la séptica estulticia, 
  • por fin, 
  • para ser dignos discípulos de lo alto.
  • Consumad vuestras obras, con un piadoso corazón;
  • porque recibiremos vida eterna, 
  • oh Cordero inmolado, de tu majestuoso perdón,
  • para revestir de tu admirable luz, oh Rey de la gloria, a tus hijos probos, 
  • e imperedederamente consagrados. 
  • Y es en lo indefectiblemente justo,
  • donde el irreprensible heraldo permanece. 
  • Porque al seguidor del Todopoderoso Señor y Salvador Jesucristo, le sustenta la fe,
  • para vivir, oh gran Yo Soy, contigo eternamente. 
  •          Paz de Cristo 

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