Tu pensamiento, oh Señor,
hazlo coincidir en mi camino,
y déjame participar en el ensueño
de amar como un niño.
Conducta a enmendar
en tu presencia,
que no se traduce en hablar,
sino en ser hacedor de excelencia.
Todo obedece
a tu santa voluntad,
y nada en mi vida oscurece
la luz de tu Verdad.
Tocado fui por la Gracia de Dios,
sin merecimiento;
pero Cristo obró en mi vida con su amor,
desde el perfeccionamiento.
Amén.
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