Oh Cristo, desde el trono de la gracia,
derramaste sobre el ser humano tu misericordia.
Hemos sido guardados en tu paz, que todo entendimiento sobrepasa, para ser elevados a la gloria.
Velad y orad, a tiempo y fuera de tiempo,
en la voluntad del Redentor.
Dejad las tribulaciones a los pies del Altísimo,
y seréis consagrados en su amor.
Oh Señor Jesucristo, Tú nos amaste primero;
y te humanaste, para ser la imagen del Dios invisible.
En tu ministerio público nos predicaste el Evangelio,
que es la dádiva de provisión eterna, para deshacer las obras de la tiniebla abominable.
Oh Rey de reyes, nos infundiste el don de la fe,
para converger con lo espiritual.
Gran privilegio es ver lo que no se ve,
al descender del cielo sobrenatural.
Oh Señor de señores, tu cruz se consumó con máxima obediencia,
en el cumplimiento de la Sagrada Escritura.
Y el galardón de ser tu hijo, oh Señor, es la mayor excelencia;
porque has hecho de mí una nueva criatura.
Niégate a ti mismo,
y alcanzarás misericordia.
La vereda angosta tendrás que superar, para obtener el glorioso favor del lugar santisimo; y el Señor Omnipotente, te coronará con la eterna victoria.
Paz de Cristo
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