Rendidos a tus pies, oh Cristo Jesús,
elevamos la más bella alabanza al trono de tu gloria.
La melodía se reviste de tu admirable luz,
desde el amanecer de la aurora, hasta el perfecto resplandor del mediodía.
Oh Señor Jesucristo, nuestro corazón contrito y humillado,
adora tu presencia.
Nunca, oh Señor, despreciarás al adorador postrado,
que se quebranta, para ser libertado por tu majestuosa clemencia.
Oh Cristo, el universo proclama con reverentes acordes,
una solemne alabanza sin medida.
Y la partitura de sus ayes,
se convierte en plegaria, oh Rey de la gloria, por tu incienso bendecida.
Oh Rey de reyes, buscas adoradores,
que te adoren en espíritu y en verdad.
Si cada vez que se pronuncia el Nombre de Jesús, se doblara toda rodilla, diciendo: Santo, Santo, Santo eres;
habrían colmado las alabanzas tu eternidad.
Oh Señor de señores, Tú te mueves en la alabanza de tu pueblo;
y tus pisadas dan santidad a la armonía.
Aún oigo tu sigilosa huella de eco santo,
que se transforma en aria sagrada de sublime melodía.
Paz de Cristo
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