Se agota el inexorable tiempo;
y el latir del corazón ha de tener paz.
Oh Cristo, de lo que guardo en su pensamiento,
he de guardar solo la Verdad.
Un manantial es su secuenciado latir;
de donde nace la Vida.
Eterno, oh Señor, es el ser
que Tú decidiste ungir;
porque le has hecho libre en el Santuario de tu Gracia.
No despreciarás Tú, oh Dios,
al corazón contrito y humillado.
Y que el eco de sus latidos,
retumbe en el sobrenatural Cielo, que guarda al bienaventurado.
Buscad de todo vuestro corazón
la Faz de Cristo:
en su Nombre hay Salvación.
Y quebranta tu espíritu; porque es para Dios el auténtico sacrificio.
En Cristo, no ha lugar
el engaño del corazón.
Oh Señor, Tú me has enseñado a amar,
y en tu amor siempre late el verdadero perdón.
Paz de Cristo
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