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jueves, 30 de agosto de 2018

QUE TU DESIERTO, SEA UN PARAÍSO EN CRISTO

Oh Cristo, tu oración
regó con Agua Viva el Universo. 
El poder de la Santa Unción 
hizo fértil, la extrema sequedad del infrahumano desierto.

Oh Cristo Jesús, con la vara portentosa de tu Escritura Sagrada, 
se consumó el milagro en la peña del misterio. 
Y brotó el Agua de la Vida, 
transformando en un vergel lo que siempre estuvo seco.

Oh Señor Jesucristo, con gran resplandor te apareciste después de tu muerte y Resurrección,
en un cuerpo glorificado. 
Pudo palpar tus heridas de pies y manos, así como la llaga de nuestra Redención,
algún estupefacto ser humano.

Oh Señor de señores, la Santa Palabra da cuenta exacta de tu apocalíptica aparición:
Tu rostro resplandecia como el sol; tu cabeza  y cabellos eran blancos como la nieve; tus ojos como ardiente fuego; tus pies con el brillo refulgente de un horno; tu voz como el estruendo del bravo mar; e iba vestido hasta los pies, con un cinto de oro que le ceñía el pecho. 
Gran desmayo causó su visión. 
Y puso sobre la Humanidad su excelsa Diestra, diciendo: No temas; yo soy el primero y el último, y el que vivo, y estuve muerto; mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos, amén. 
La fe engrandece el corazón, 
que se enseñorea en el Cristocéntrico Edén. 

Oh Rey de reyes, ven pronto, ven;
y llévanos en victoria.
Libértanos de la aflicción  del mundo cruel. 
Y guarda a tu Iglesia Santa en la Eterna Gloria. 
                          Paz de Cristo 


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