Oh Señor Jesucristo, el Sagrado resplandor de tu Preciosa Sangre,
ha llegado a mi alma.
Y en tu Redento Sacrificio permanece,
el Santo Espíritu que ama.
Oh Cristo Eterno, en la buena batalla de la fe,
nuestro espíritu irreprensible se viste con el apresto de aguerridos predicadores.
Esperas con certeza lo que no se ve.
Y perseveras hasta la final trompeta de los vencedores.
Oh Omnipotente Salvador, de la abundancia del corazón
habla la boca.
Oh Señor, con el poder de tu Unción,
se ve la Majestuosa Gloria.
Oh Fiel y Verdadero, con tu gozo en mi espíritu,
se armoniza la semblanza.
Creer en Jesucristo,
es el amor que salva.
Oh Redentor, la apostasía
quebró nuestra vestimenta.
Defendeos del pecado, con el yelmo de la Salvación y la coraza de Justicia,
para ser dignos de la corona Eterna.
Paz de Cristo
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