Oh mi Cristo, a nuestra adormecida percepción humana,
le es imposible contabilizar la sobrenatural lluvia de milagros que acontecen en su realidad vital.
Pero has de saber, que el Espiritu del Señor, todas y cada una de tus vicisitudes de gracia impregna,
con su poder celestial.
La Biblia dice: Qué sin fe no se puede agradar a Dios.
Creer en el nombre de Jesús, es la indispensable condición.
Y cuando con extremo denuedo al cielo clamamos,
se manifiesta lo perfecto en nuestro ferviente corazón.
En la búsqueda de lo inverosímil,
siempre encontraremos al Omnipotente Creador.
Si Él nos dio la vida, que es lo más difícil;
¿habrá algo imposible para el Rey de la gloria, cuando la verdadera fe se muestra con el más exultante fulgor?
Oh Señor Jesucristo, Tú eres el autor y consumador de la fe.
No te importó la execrable humillación en tu sacrificio expiatorio, oh Cordero inmolado.
Y es que tu exaltación a los cielos, que aun en la espiritualidad real nadie ve.
Tú ya la contemplabas, oh Señor Soberano, en la presciencia del Todopoderoso resucitado.
Y ahora tú, como ser humano,
que estás acechado por una encrucijada irresoluble.
Has de buscar con persistencia la faz del Señor, desechando la densa tiniebla de antemano.
Y con las alas de tu alma habrás de elevarte, para recibir la gracia del tercer cielo; y serás guardado en la bendición de la gloria indisoluble.
Paz de Cristo
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