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viernes, 6 de diciembre de 2019

Y LA MUERTE NO TE PUDO RETENER, OH CRISTO

Jesús, dijo: Yo soy el primero y el último; y el que vivo, y estuve muerto; mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos, amén. Y tengo las llaves de la muerte y del Hades.
Oh Cristo Jesús, Tú eres el primogénito de los muertos resucitado.
Oh Cordero inmolado, con tu preciosa sangre derramada en  la Cruz del Calvario, diste vida y vida en abundancia a todas las generaciones;
aunque el eterno galardón será para las almas, que por fe en tu nombre se han santificado.

Oh Señor Jesucristo, Tú venciste con tu muerte al imperio de la muerte.
Y la muerte no te pudo retener;
porque al tercer día el templo destruido reconstruiste,
para el Señor resucitado ser.

Era tan difícil, oh mi Cristo, concebir tu resurrección,
que a tus discípulos recriminaste su incredulidad.
Y con tu cuerpo glorificado a la sazón;
entraste sin abrir la puerta, donde estaban en reunión los que fueron por ti elegidos, oh Cristo Jesús, diciendo: Paz a vosotros. Y les mostraste las manos y los pies con la hendidura de los clavos; y hasta palparon tu llaga, por la que había sido curada toda la humanidad.

Ahora más que nunca podemos percibir, oh Omnipotente Redentor, 
que el don de la fe desciende de lo alto.
Y es que de todo conocimiento, oh Rey de la gloria, excede tu eterno amor;
porque de Israel eres el Santo.

Momentos antes de subir al cielo, oh mi Señor y Salvador Jesucristo, 
nos dijiste que predicáramos hasta lo último de la tierra las buenas nuevas de eterna salvación.
Y desde entonces testificamos la verdad del Santo Espíritu;
porque en el nombre de Jesús, de gracia hemos guardado el corazón.
                            Paz de Cristo 














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