Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que Él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne.
La capacidad de abordar este misterio, nos es dada por la fe.
Sí, el Eterno se transformó en el Hijo del Hombre,
para hacer visible a nuestro corazón, por el Espiritu, lo que nadie ve.
En tu despiadada crucifixión, oh Cristo Jesús,
nos diste gracia con tu preciosa sangre derramada;
y hemos proclamado la victoria en tu nombre, frente al maligno.
Porque en la tormenta abominable y desmesurada,
ha salido a nuestro encuentro la majestuosa presencia del Dios vivo.
Oh Rey de reyes, de tu sobrenatural revelación,
todo creyente se ciñó espíritu, alma y cuerpo.
A los concernidos en la postrera salvacion,
nos has libertado del yugo indigno, al rasgar de arriba a bajo el velo del templo. Y se produjo tan gran estrépito, que se levantaron con inusitado poder de los sepulcros los santos en Cristo.
La libertad prueba el tiempo de purificación del alma;
al ser traspasada con la espada de dos filos,
que es la Palabra;
única llave maestra que puede abrir la gloria, y que has reservado, oh Señor de señores, para tus bienaventurados hijos.
Privilegio ilimitado es entrar en el Lugar Santisimo;
y postrarnos, arrepentidos, a los pies del alto y sublime que habita la eternidad.
Guárdanos, oh Omnipotente Salvador, en tu sagrado refugio,
que preserva la perfecta y majestuosa verdad.
Paz de Cristo
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