Jesús clamó y dijo: El que cree en mí, no cree en mí, sino en el que me envió; y el que me ve, ve al que me envió.
Por enésima vez, nuestro Señor Jesucristo, define con absoluta transparencia la doctrina de Unicidad en su Palabra.
Cristo Jesús, también manifestó: De cierto, de cierto os digo: El que recibe al que yo enviare, me recibe a mí; y el que me recibe a mí, recibe al que me envió.
La única verdad que penetra hasta partir el alma y el espíritu, y las coyunturas y los tuétanos es el doble filo de su espada majestuosa.
Sí, porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos, dijo el Señor Jesucristo.
En todo lo creado, oh Rey de la gloria, se muestra tu omnipresencia.
Y el poder recibido del Santo Espíritu,
nos has dado el gozo de someternos a tu obediencia.
Yo y el Padre uno somos.
El que me ha visto a mí, ha visto al Padre.
Ambas frases bíblicas fueron hechas por el Señor Jesús, dando pruebas de la santísima Unicidad en sus sagrados pronunciamientos,
para que tuviéramos el conocimiento de que un solo Dios prevalece.
El gran mandamiento es: Oye, Israel; el Señor nuestro Dios, el Señor, uno es. Y amarás al Señor tu Dios, con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas.
De la más exhaustiva y verdadera manifestación de Unicidad, da fe la Sagrada Escritura.
Y por el Todopoderoso Rey de reyes en la cruz del Calvario, fueron vencidas todas la tinieblas.
Y la gloriosa salvación será, del que ha sido en el nombre de Jesús nueva criatura.
El Amén es la luz del mundo,
y la estrella resplandeciente de la mañana.
El gran Yo Soy, vino a salvar lo que ya emanaba el hedor moribundo,
y era todo en su alma hinchazón y podrida llaga.
Paz de Cristo
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