¡Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios.
La senda ancha elegida por tu concupiscencia, es diametralmente opuesta a la Palabra.
En la auténtica contrición de los corazones quebrantados,
cumplirá su santo propósito, oh Señor, la sagrada bienaventuranza.
Transformado en angel de luz,
el innombrable sojuzga nuestra conducta.
Sí, al invocar tu nombre, oh Cristo Jesús;
se aparta con sigilo, para volver en un breve tiempo a engañarnos con su asechanza.
Nuestra debilidad ante el pecado, obedece a la tibieza en el abismo de la carne;
pero contamos para erradicarla, con la sobrenatural gracia del Espíritu.
Activar su obscura iniquidad es lo más infame;
desoyendo el perdón, que por todos los pecadores pidió al Padre nuestro Señor Jesucristo.
¿Eres con premeditación y alevosía el enemigo del Omnipotente Salvador?
Hacte mirar tu apego al mundo.
Y pregúntate: ¿con mi fatua conducta se agrada el Señor?
Y si a los pies del Fiel y Verdadero no te quebrantas; inquiétate por lo que sucede en tu espíritu, que ha de revertir su estado moribundo.
Dice la Biblia: Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a Él mentiroso, y su Palabra no está en nosotros.
Y también, dice: Antes bien, todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quién tenemos que dar cuenta.
Ante el Rey de reyes, de todos nuestros pecados hemos de confesarnos.
Y cuando el alma sea enjuiciada en el tribunal de Cristo, por su gran misericordia será eternamente salva.
Paz de Cristo
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