Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana. Si quisiereis y oyereis, comeréis el bien de la tierra; sino quisiereis y fuereis rebeldes, seréis consumidos a espada; porque la boca de Jehová lo ha dicho.
Tu misericordia, oh Rey de reyes, es inconmensurable.
No hagamos desdén de la Palabra, porque hasta la última tilde se cumplirá; y el Señor de señores lo dejó escrito,
para que fuera indubitable.
Y mientras, sin un arrepentimiento verdadero, el tiempo pasa fugaz por nuestra vida.
¿A caso no somos conscientes de la Escritura Sagrada e indeleble del Fundamento?
¿O tal vez, nos la haya velado el maligno, para que por nuestro espíritu pase desapercibida?
Oh Señor Jesucristo, Tú nos haces un requerimiento meridiano: ser aceptos del glorioso bien, y rechazar el inicuo mal.
No existe más disyuntiva.
Oh Cristo Jesús, Tú, todo lo ves desde el trono celestial;
y darás la recompensa justa a cada alma, bien sea para muerte o para salvación eterna.
El Todopoderoso Redentor, dice: Qué nos quiere fríos o calientes; porque a los tibios los vomitará de su boca.
Sí, porque Él se humilló y fue obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.
Nada le fue obstáculo, para salvar nuestra alma.
Y hasta en su lacerante crucifixión nos perdonó, para que reconsiderásemos nuestra abyecta ignominia y viéramos su admirable luz.
No hay excusa posible, oh Omnipotente Creador,
para obviar tu grandiosa salvación.
¿Será, oh Padre eterno, que tu excelso amor,
no ha dado transparencia a la intención y el pensamiento de nuestro pétreo corazón?
Paz de Cristo
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