Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en Él: Si vosotros permaneciereis en mi Palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.
Y no hay otro mandato bíblico más meridiano al que nos hemos de someter.
Oh Señor, ceñidos siempre estaremos a tus eternos mimbres;
si en tu luz podemos creer.
Nada nos es oposición, por amor a tu nombre, oh Señor Jesucristo.
Y no seremos salvos por obras, sino por gracia.
El don de la fe dado por tu Santo Espíritu,
es el único que nos da provisión de la celestial morada.
El arrebatamiento de la amada Iglesia,
será de sublime solemnidad para la salvación de nuestras almas.
¿Guardamos nuestro altar sin arruga y sin mancha, ante tan sagrado e imprevisible día?
La certeza, es que en ese tiempo el Todopoderoso separará los cabritos de las ovejas,
con la infalible y excelsa diestra de su eterna justicia.
Jesús, dijo: Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por si mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotro los pámpanos: el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer.
Servirte con máxima adoración, oh Omnipotente Redentor, ha de ser la condición indispensable.
La obra que Tú iniciaste, oh Rey de reyes, la perfeccionarás, con las misericordias de cada amanecer;
porque nada se interpone a tu poder inefable.
Oh Altísimo Señor y Salvador,
de gracia nos has dado la gloriosa potestad de ser tus hijos.
Vístenos con el vínculo perfecto del amor,
para estar en tu nombre, oh Soberano Jesús, eternamente bendecidos.
Paz de Cristo
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