Suelta todo lastre inmundo al que te somete el diablo.
No des más pábulo a la muerte; y permite que la eterna vida riegue tu corazón.
Busca el rostro del Señor en el Escrito Sagrado,
para que tu alma holle la senda de salvación.
¡Vuelve en sí!
No mendigues al entenebrecido diablo las putrefactas viandas que te ofrece.
Sé en Jesucristo libre al fin;
con su gracia, que todo lo puede.
Destierra la fluctuación de tu fe.
Guárdate en el nombre de Jesús, de las asechanzas del maligno.
Y no hagas ningún desdén del que todo lo ve;
porque es el Todopoderoso Dios Altísimo.
A la final trompeta,
la pureza de tu altar ha de ser resplandeciente.
Y alas santas tendrá tu alma,
para ver la faz del Señor Omnipotente.
Pon tus ojos en Jesús;
y que nada te distraiga, fuera de su verdad.
Porque únicamente en su luz,
morarás en la nueva Jerusalén de gloriosa eternidad.
Paz de Cristo
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