- Saliste al encuentro del que con alegría hacía justicia, de los que se acordaban de ti en tus caminos; he aquí, tú te enojaste porque pecamos; en los pecados hemos perseverado por largo tiempo; ¿podremos acaso ser salvos?
- Si bien todos nosotros somos como suciedad, y todas nuestras justicias como trapo de inmundicia; y caímos todos nosotros como la hoja, y nuestras maldades nos llevaron como viento.
- Un estigma de inmundicia señalaba a los inconversos;
- pero nada fue oposición para el Eterno.
- Si en tu contrito corazón hay un verdadero arrepentimiento;
- las tinieblas convertirás en luz, oh Sumo Hacedor.
- Y en el alma humana, la semilla de tu Palabra germinará en el perfecto tiempo,
- donde el sonido del viento anunciará al Todopoderoso en su loor.
- Oh mi Cristo, nuestra parca inteligencia,
- se ve hostigada por lo que va más allá de su advenedizo bagaje espiritual.
- Y se advierte en su bisoñez una displicencia,
- que es contraria a la verdad celestial.
- Sí, porque la bíblica revelación del Alfa y la Omega,
- le es concernida al que escudriña el trasfondo de su Sagrado Escrito.
- Y al siervo en su humillación, oh Cristo Jesús, que rindiendose a tus pies su alma mengua y se doblega;
- al fin logras desvelarle la grandiosidad, de lo que había permanecido oculto en el Lugar Santísimo.
- Cuando tu alma adora al Cordero inmolado,
- y sientes en tus entrañas, su abominable ajusticiamiento en la cruz del Calvario;
- te asalta la necesidad de pedirle perdón por toda la humanidad, de tan execrable pecado.
- Y exaltar la excelsa gloria de su eterno santuario.
- Paz de Cristo
domingo, 6 de diciembre de 2020
ISAÍAS 64:5,6 EN CRISTO
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