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domingo, 6 de diciembre de 2020

ISAÍAS 64:5,6 EN CRISTO

  • Saliste al encuentro del que con alegría hacía justicia, de los que se acordaban de ti en tus caminos; he aquí, tú te enojaste porque pecamos; en los pecados hemos perseverado por largo tiempo; ¿podremos acaso ser salvos?
  • Si bien todos nosotros somos como suciedad, y todas nuestras justicias como trapo de inmundicia; y caímos todos nosotros como la hoja, y nuestras maldades nos llevaron como viento.
  • Un estigma de inmundicia señalaba a los inconversos;
  • pero nada fue oposición para el Eterno.

  • Si en tu contrito corazón hay un verdadero arrepentimiento;
  • las tinieblas convertirás en luz, oh Sumo Hacedor.
  • Y en el alma humana, la semilla de tu Palabra germinará en el perfecto  tiempo,
  • donde el sonido del viento anunciará al Todopoderoso en su loor.

  • Oh mi Cristo, nuestra parca inteligencia, 
  • se ve hostigada por lo que va más allá de su advenedizo bagaje espiritual.
  • Y se advierte en su bisoñez una displicencia, 
  • que es contraria a la verdad celestial. 
  •  
  • Sí, porque la bíblica revelación del Alfa y la Omega,
  • le es concernida al que escudriña el trasfondo de su Sagrado Escrito.
  • Y al siervo en su humillación, oh Cristo Jesús, que rindiendose a tus pies su alma mengua y se doblega;
  • al fin logras desvelarle la grandiosidad, de lo que había permanecido oculto en el Lugar Santísimo.  
  •  
  • Cuando tu alma adora al Cordero inmolado, 
  • y sientes en tus entrañas, su abominable ajusticiamiento en la cruz del Calvario;  
  • te asalta la necesidad de pedirle perdón por toda la humanidad, de tan execrable pecado.
  • Y exaltar la excelsa gloria de su eterno santuario.
  •                         Paz de Cristo 

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