Oh Cristo, el timón del espíritu humano,
pierde impenitentemente el norte, por la desoladora aflicción.
Aun, oh Señor Omnipotente, en tu Diestra resguardado,
la inclemente tempestad me somete a la obscura desazón.
¡Señor, sálvanos, que perecemos!
¿Por qué teméis, hombres de poca fe?
Oh Jesús, en tu paz has de guardarnos;
porque con tu admirable luz, la inmisericorde muerte no se ve.
Oh Cristo Jesús, gobiernas los impetuosos vientos
y el tempestuoso mar, con autoridad.
Tú, oh Señor, has dado vida a los espíritus muertos,
para salvación de eternidad.
Oh Señor Jesucristo, de santa bonanza
es tu Evangelio.
Muestra a nuestro corazón sin tardanza,
que amar nos abre el cielo.
Oh Fiel y Verdadero, creaste el universo,
con sublime perfección.
Haz, oh Salvador, con tu barro santo un vaso bello,
dispuesto a invocar eternamente tu perdón.
Paz de Cristo
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