Porque ¿quién soy yo, y quién es mi pueblo, para que pudiésemos ofrecer voluntariamente cosas semejantes? Pues todo es tuyo, y de lo recibido de tu mano te damos.
Vivimos celosos de tus bendiciones, oh Señor.
Y en tu nombre que es sobre todo nombre, hasta la eternidad confiamos;
porque estamos presos en tu excelso amor.
Mirar el universo, que has creado, con tu Sagrada Palabra,
nos cautiva por su magnificencia.
Y de grandiosidad tan inmensa,
oh Sumo Hacedor, nos habla tu majestuosa excelencia.
Oh gran Yo Soy, nada nos pertenece;
pero será por un tiempo nuestra heredad.
¿Por qué nos acecha la inicua tiniebla; si sobre tu reino no prevalece?
¿Tal vez sea la gran prueba, para ser los irreprensibles atalayas de la verdad?
Oh Rey de reyes, ser tus hijos consagrados,
es el anhelo de nuestra alma.
Velad y orad hasta la final trompeta, para en las nubes ser arrebatados.
Y con su diestra nos elevará el Todopoderoso Señor Jesucristo, que es el Pastor de pastores que más nos ama.
Oh Soberano Padre, tu haces todas las cosas perfectas,
y en ti no hay sombra de variación.
Tu amada Iglesia, oh Rey de la gloria, sed tiene de tus aguas vivas;
y desea saciarse y ser glorificada con tu eterna salvación.
Paz de Cristo
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