Despójate de la indiferencia,
que es una execrable máscara del oprobio en Cristo.
Y cíñete el traje de excelencia,
que es la verdad del Santo Espíritu.
Oh Señor Jesucristo, Tú del mundo eres la luz;
y transformas el alma entenebrecida, revistiendola con tu resplandor.
Oh Rey de reyes, en el vínculo perfecto de tu plenitud,
se manifiesta el eterno amor.
Tu transparencia ha de ir de aumento en aumento, desbancando toda opacidad,
hasta hacer como la luz de la aurora que el día sea perfecto.
O sino elevarás un palmo tu estatura para ver la eternidad,
clamando en todo tiempo al Fiel y Verdadero.
La vida es muy efímera;
no la malgasteis en la fatua obscuridad.
Buscad en Cristo Jesús la gloria postrera,
que es la angosta senda de la piedad.
Oh Sumo Salvador, lámpara es a mis pies tu Palabra, y lumbrera a mi camino.
Todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta.
Escóndeme en tu excelsa diestra, oh Altísimo,
para que tu gozo en mi alma, sea la inexpugnable fortaleza.
Paz de Cristo
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