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miércoles, 1 de enero de 2020

TU SACRIFICIO EN LA CRUZ, NOS DIO VIDA ETERNA, OH CRISTO

En la muerte el ser humano ve el final.
Sin embargo, oh Cristo, tu expiración en la cruz del Calvario, se convirtió para el impío en el grandioso principio de lo eterno.
El grano cuando es enterrado, inicia su germinación elevandose hacia lo celestial;
y en su perfecto crecimiento es libertado por el Señor del  universo.

¡Nadie esperaba tu resurrección, oh Señor Jesucristo! 
Y sucedió al tercer día, en el nuevo sepulcro que se dispuso, oh Señor, para tu sepultura; porque Tú pones la vida y la vuelves a tomar.
Y en un cuerpo glorificado fue tu resurrección: siendo el primogénito que vive, y estuvo muerto;
y es que, en tu redención de eternidad, aun al más incrédulo anhelas salvar.

Oh Cristo Jesús, fue tu preciosa sangre derramada en el sacrificio expiatorio por todos los pecadores,
la que consumó el nuevo pacto de la gracia.
Y el velo del templo de arriba abajo se rasgó;
para que en el lugar santísimo se arrepintieran quebrantados los transgresores,
por el excelso perdón de tu magnificencia.

Oh Rey de reyes y Señor de señores, 
durante cuarenta días, después de resucitado, te apareciste a multitud de personas, para dar testimonio de que vives por la eternidad.
Nosotros somos tus heraldos en las predicaciones,
y por fe en tu nombre testificamos la sagrada verdad.

Jesús, dijo: El que cree en mí, aunque este muerto vivirá.
La salvación de tu alma, es la gloriosa heredad del Santo de Israel. 
Solo tu santidad la gloria abrirá;
y podrás ver el rostro del gran Yo Soy, que es Jesús manifestado en carne; porque el Verbo es Él.
                               Paz de Cristo 










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