Nunca seremos merecedores de la gloria,
por tener un arraigado concepto de lo terrenal.
Para estar concernidos en la santa victoria,
oh Cristo Jesús, habremos de sujetar todo lo carnal a lo espiritual.
El olor fragante de Cristo,
ha de ungir tu diaria consagración.
Y únicamente en la verdad del Santo Espíritu,
vivirá la fiel respuesta del corazón.
De naturaleza irreprensible,
será tu solemne fe en el Sumo Hacedor.
La hipocresía del fariseo se hace visible,
cuando en su precaria fortaleza no existe el gozo del Omnipotente Redentor.
La sagrada balanza del Señor Jesucristo,
pesará infaliblemente tus obras, para aprobación o reprobación.
Oh Rey de la gloria, no haremos cúspide sin tu Espíritu,
que habita la sublime perfección.
Tu santísima senda, oh Todopoderoso Salvador,
no tiene sombra de variación.
Porque en su eterno amor,
es manifiesta la bienaventurada esperanza de salvación.
Paz de Cristo
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