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domingo, 24 de noviembre de 2024

ROMANOS 4:1-12 EN CRISTO

  • ¿Qué, pues, diremos que halló Abraham, nuestro padre según la carne?
  • Porque si Abraham fue justificado por las obras, tiene de que gloriarse, pero no para con Dios. 
  • Porque ¿qué dice la Escritura? Creyó Abraham a Dios, y le fue contado por justicia. 
  • Pero al que obra, no se le cuenta el salario como gracia, sino como deuda;
  • mas el que no obra, sino cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia. 
  • Como también David habla de la bienaventuranza del hombre a quien Dios atribuye justicia sin obras,
  • diciendo: Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades son perdonadas, y cuyos pecados son cubiertos.
  • Bienaventurado el varón a quien el Señor no inculpa de pecado.
  • ¿Es, pues, esta bienaventuranza solamente para los de la circuncisión, o también para los de la incircuncisión? Porque decimos que a Abraham le fue contada la fe por justicia. 
  • ¿Cómo, pues, le fue contada? ¿Estando en la circuncisión, o en la incircuncisión? No en la circuncisión, sino en la incircuncisión. 
  • Y recibió la circuncisión como señal, como sello de la justicia de la fe que tuvo estando aún incircunciso; para que fuesen padre de los creyentes no circuncidados, a fin de que también a ellos la fe les sea contada por justicia;
  • y padre de la circuncisión, para los que no solamente son de la circuncisión, sino que también siguen las pisadas de la fe que tuvo nuestro padre Abraham antes de ser circuncidado.
  • Oh mi Cristo, en tu justificación, siempre obra la fe como un don de lo alto que nadie ve.
  • Y esta es la gracia, que define a los bienaventurados. 
  • Porque el que cree en el gran Dios, le sustenta indubitablemente la eterna gracia.
  • Nunca será por obras, sino únicamente en el que cree la gloria le es manifiesta,
  • porque no interviene obra alguna, sino que es por fe, en el que se consuma la gloria, y no en el que en Dios se gloría.
  • La gracia no se concede por obras, sino que la fe es consubstancial a las almas,
  • para exonerarlas de sus  innumerables pecados.
  • Y es que, en el santificado,
  • oh Rey de reyes, intercedes con tu piadosa excelencia. 
  • Porque no habrá perdón de pecados para el que no circuncida el prepucio de su corazón.
  • Y es que, oh Sumo Redentor, tu majestuoso perdón es diametralmente contrario a la profana estulticia;
  • porque el espiritual don de la fe se postula insoslayable e inmarcesible, para ser en el nombre del Todopoderoso Señor y Salvador Jesucristo, desde la eternidad y hasta la eternidad un irreprensible heraldo.
  •         Paz de Cristo 

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