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miércoles, 27 de noviembre de 2024

ROMANOS 8:10-18 EN CRISTO

  • Pero si Cristo está en vosotros, el cuerpo en verdad está muerto a causa del pecado, mas el espíritu vive a causa de la justicia. 
  • Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros. 
  • Así que, hermanos,  deudores somos, no a la carne, para que vivamos conforme a la carne;
  • porque si vivís conforme a la carne, moriréis; mas si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne viviréis. 
  • Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios.
  • Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba Padre!
  • El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios.
  • Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que  padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados.
  • Porque tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse.
  • Oh mi Cristo, al que invocare tu santo nombre, la celestial gloria le santifica.
  • Porque los que tienen Espíritu Cristocentrico, son únicamente los siervos celestialmente bendecidos. 
  • De recibo es, no ser de lo disoluto partícipe;
  • porque sólo con el Soberano Señor, en su gracia os gloriaréis. 
  • Porque todos los que obren en el Espíritu Santo, éstos serán los genuinamente consagrados. 
  • Y es que, los quebrantados en espíritu y en verdad serán de salvación; porque el Altísimo Señor Jesucristo, siempre los bendice.
  • Los que tienen sus nombres escritos en el cielo, oh Omnipotente Salvador, Tú los has hecho eternamente bienaventurados. 
  • Con Cristo Jesús somos sepultados en el bautismo, para juntamente con Él ser resucitados.
  • Es la estrechísima senda el punto de inflexión, para que en el día postrero, con el Sumo Redentor puedas glorificarte.
  •              Paz de Cristo 

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