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miércoles, 27 de noviembre de 2024

ROMANOS 7:15-25 EN CRISTO

  • Porque lo que hago, no lo entiendo; pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago.
  • Y si lo que no quiero, esto hago, apruebo que la ley es buena.
  • De manera que ya no soy yo quien hace aquello, sino el pecado que mora en mí. 
  • Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo.
  • Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago.
  • Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí. 
  • Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mi.
  • Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios;
  • pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivó a la ley del pecado que está en mis miembros. 
  • ¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte?
  • Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro. Así que, yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios, mas con la carne a la ley del pecado. 
  • Oh mi Cristo, en nuestras obras, tenemos próximo el abismo del contrasentido manifiesto.
  • Y una mínima reflexión, a la ley de Dios nos acerca.
  • Pero no podemos poner en entredicho, nuestra propia voluntad sin fin.
  • Y este es el punto de inflexión, del que es un genuino siervo. 
  • Es ahí, donde inicuamente interviene, la inercia pecaminosa del que fue nuestro ascendiente pagano.
  • Aquí es donde tienes que apelar a tu espíritu indoblegable, invocando al Señor Omnipotente, que redimió el pecado que hay en ti.
  • Has de saber, que por gracia será salvo el que persevere hasta el fin.
  • Esta lucha denodada,  está asumida por todos los discípulos consagrados;
  • porque es la senda angosta, la que define a los verdaderos siervos.
  • Siempre has de clamar al Todopoderoso, en la demoníaca asechanza, que sólo vence a los consumados erráticos.
  • ¡Nunca te rindas, ante esta amenaza latente!
  • Interioriza el gozo de Cristo, por ser la inexpugnable fortaleza, que ante toda vicisitud te hará bienaventurado. 
  •            Paz de Cristo 

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