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lunes, 3 de abril de 2023

LA BENDICIÓN QUE ES MANIFIESTA Y LA QUE NOS ES OCULTA, CONFORMAN NUESTRA EXISTENCIA, OH CRISTO

  • Jesús, dijo: Yo ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por los que me diste; porque tuyos son,
  • y todo lo mío es tuyo, y lo tuyo mío; y he sido glorificado en ellos.
  • Y ya no estoy en el mundo; mas éstos están en el mundo, y yo voy a ti. Padre santo, a los que me has dado, guárdalos en tu nombre, para que sean uno, así como nosotros.
  • Cuando estaba con ellos en el mundo, yo los guardaba en tu nombre; a los que me diste, yo los guardé, y ninguno de ellos se perdió, sino el hijo de perdición, para que la Escritura se cumpliese. 
  • Pero ahora voy a ti; y hablo esto en el mundo, para que tengan mi gozo cumplido en sí mismos.
  • Yo les he dado tu palabra; y el mundo los aborreció, porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.
  • No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal.
  • No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.
  • Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad. 
  • Oh mi Cristo, con ferviente  celo y de todo nuestro corazón, 
  • te amamos tus genuinos siervos.
  • No estéis afanados,
  • por lo que es contrario a lo espiritual, y por lo que el reino no os santificare.
  • Los que de Dios son hijos,
  • estarán siempre al margen de lo vil y nauseabundo.
  • El plan de salvación celestial, 
  • ha de guardar equidistancia con la incredulidad del espíritu moribundo;
  • porque es diametralmente opuesto a la gloriosa santidad.

  • Oh Santo de Israel, 
  • en tu ministerio público, tus milagros se sustentaban, 
  • en lo meramente físico; pero anhelados por la grandiosa fe,
  • del corazón de los que clamaban.

  • Oh Cristo Redentor, 
  • desde el madero colgado, dijiste: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.
  • Sí, su vileza era tan séptica, que estaban en el abismo del desamor;
  • y sumidas en una violencia tan infame, tan letales hordas no se compadecen.

  • Oh Cristo Jesús, 
  • Tú no sólo nos has dado la vida, 
  • sino que velas por ella, desde tu inaccesible luz.
  • Y no siendo protagonista para los humanos sentidos, en ningún momento de nuestro existir, su majestuosa piedad nos descuida. 

  • Oh Eterno,
  • tu mirada de gloria, 
  • nos observa con extrema misericordia desde la bóveda del cielo.
  • Y por ser el Soberano, anhelas dar a tus discípulos aprobados la más grandiosa victoria. 
  •              Paz de Cristo 

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