Oh Cristo, soy connivente con el pecado,
al no desterrarlo en su totalidad.
Obvio tu pureza, oh Señor, y en mi afán despiadado,
se multiplica la perversa iniquidad.
Oh Cristo Jesús, me revisto de ignominia,
desoyendo tu Evangelio.
El pétreo corazón me determina,
y su pensamiento e intención le hacen creer, que ser malvado es un gran privilegio.
Oh Señor Jesucristo, ceñida esta en mi alma,
la serpiente del engaño.
Sin saber, que el poder es del que ama,
y la eterna salvación reconoce solo al santo.
Oh Señor Omnipotente, revierte el endémico hedor,
que a mi tenebrosa vida se ha adherido.
Y que tu fragante amor,
oh Rey de la gloria, sane las putrefactas llagas del incipiente discípulo convertido.
Oh Salvador, tu trocha angosta,
no da pábulo al desfallecimiento.
Que la Palabra sea tu espada,
y tu escudo el Amén del Sagrado Testamento.
Paz de Cristo
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