Sé propicio,
a nuestra súplica, oh Cristo.
Del corazón es el juicio,
que obra o no en la verdad del Santo Espíritu.
Has de llegar,
a la estatura del varón perfecto.
Y, oh Cristo Jesús, siempre amar,
ante la encrucijada del insolente desafecto.
Oh Señor Jesucristo, la prueba descarnada,
fortalece los mimbres del corazón.
El alma santificada,
a la insalvable barrera vence con inquebrantable unción.
El Rey de reyes, al que ama,
le instruye con ejercicios de extrema disciplina.
Y dispone el alma,
para que en su interior salten para vida eterna, sobrenaturales ríos de agua viva.
Oh Omnipotente Formador, el conocimiento de la Palabra,
bendice al corazón.
Nunca nos despreciará la celestial sabiduría;
si con el espíritu quebrantado, elevamos a lo alto un incensado clamor en vigilia y oración.
Paz de Cristo
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