Oh gran Yo Soy, tu pureza hizo eterno el espacio,
que nadie puede pisar.
Fundaste, oh Señor, el santuario,
que guarda la consagración espiritual de amar.
Nada limita mi santidad,
cuando me elevo en el Espíritu.
Tocar la eternidad,
es un inequívoco propósito, oh Señor Jesucristo.
Oír la voz de Cristo Jesús,
es recibir de gracia su inefable Palabra.
La audible armonía de su admirable luz,
santifica la poesía del alma.
Oh Fiel y Verdadero, inexistente es el tiempo,
que me envuelve en tu adoración.
Y el exhorto de la piedad del Evangelio,
ha hecho santo a mi corazón.
Oh Cordero inmolado, tu preciosa sangre derramada en la cruz del Calvario,
justificó nuestra iniquidad.
Y el que en el Nombre de Jesús, no fue santo;
nunca de lo alto, a su corazón se le reveló la sagrada verdad.
Paz de Cristo
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