Oh Cristo, tu gloriosa resurrección,
sembró la duda en los incrédulos.
Proscrita está la fe del corazón;
si por la razón, oh Señor, pudiéramos ser tus irrenunciables discípulos.
La revelación de tu Nombre, oh Señor Jesús,
nos desvela la santa verdad.
Y con tu admirable luz,
conviertes las tinieblas en eternidad.
Oímos el eco martilleante de los clavos,
en tu agónico sacrificio.
Oh Cordero inmolado, por tu muerte, y muerte de cruz somos salvos.
Y vives en la majestuosa exaltación soberana, oh mi Señor Altísimo.
Inconmovible fue tu paz, oh Señor Jesucristo,
al solicitar el perdón de tus perversos ajusticiadores.
Y en tu último aliento de vida, con suma obediencia, diste cumplimiento al Sagrado Escrito,
con la omnisciente frase: Consumado es.
Creer en el Rey de reyes, es la máxima prueba de fe;
y solo en el Espíritu se hace visible.
Clama al Todopoderoso, que es Dios per se,
y la gloria eterna te hará ver el Invisible.
Paz de Cristo
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