Este es el punto de inflexión en Cristo,
donde la contumacia abisal se manifiesta enmascarada de alevosa nocturnidad.
Oh Santo Espíritu,
que sea tu piedad derramada sobre nuestras almas de incorruptible verdad.
En el silencio de la alborada,
invoco tu Todopoderoso Nombre, oh Cristo Jesús.
Tu voz llega con la nitidez santificada,
de una irrepetida y admirable luz.
Prueba persistente es el pecado,
que redefine al discípulo del Señor Jesucristo.
No existe mayor bienaventurado,
sino el que a visto en los cielos su nombre escrito.
La concupiscencia,
es una perniciosa sombra que nos acosa noche y día.
Incluso se involucra en los sueños de nuestra existencia,
para menoscabar la exultante alegría.
Ponte el yelmo de salvación,
y revístete de la portentosa coraza del Rey de la gloria.
Y harás frente al engañoso e inicuo corazón,
resistiendo toda virulencia del enemigo, oh Señor, hasta la santa y final victoria.
Paz de Cristo
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