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sábado, 1 de febrero de 2020

EL AGUIJÓN EN LA CARNE, GLORIA EN CRISTO

Si Cristo Jesús, se humilló hasta la muerte, y muerte de cruz en el Calvario, para vencer al imperio de la muerte;
y así pudo redimir y justificar todos nuestros pecados. 
Si Jesucristo es el primogénito que resucitó de entre los muertos, y ahora vive para siempre
¿Dónde está la desmesura del aguijón que aflige a la Iglesia  de los santos?

El Santo de Israel, sobrepasó el trasfondo del oprobio, 
despojándose de su regio cetro celestial.
Y, oh Cordero inmolado, te convertiste en el siervo más ignominioso,
habiendo quitado el pecado del mundo, que era de condenación letal.

Jesús, dijo: Mi poder se perfecciona en la debilidad.
Y también: Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella; porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan.
¿Quién proclamó que iba a ser fácil ser atalaya de la verdad?
¿Habrán sido tal vez los tibios, que a la gloriosa salvación, oh Rey de reyes, denuestan y ultrajan?

Conviene recordar la obediencia inequívoca que profesó al Padre, 
el Hijo del Hombre.
El cumplimiento de la Sagrada Escritura, oh Fiel y Verdadero, fue irrenunciable, 
derramando por la humanidad, hasta la última gota de tu preciosa sangre.

Oh Todopoderoso Salvador, inefable es a día de hoy, 
tu grandioso amor por el ser humano, 
Y es de tal pureza, oh gran Yo Soy, 
que únicamente se ha consumado por la unicidad de Dios, algo tan excelso.
                            Paz de Cristo 




  



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