- El hombre, oh Cristo,
- obvia todo escrúpulo ante la mayor irreverencia.
- Y como pecador, se autocomplace en un sórdido juicio,
- al revestirse de su ignominiosa blasfemia.
- Oh Señor Jesús, los cielos de los cielos no te puden contener.
- Y mientras, el advenedizo ser humano, vive en la seudoplenitud de sus sucintos conocimientos bíblicos.
- El principio de la sabiduria, oh Altísimo Señor y Salvador Jesucristo, es la Deidad de tu temor; lugar donde la humana pureza gime con todo su ser,
- para salvaguardar, oh Rey de la gloria, tus sagrados y eternos principios.
- La ególatra humanidad,
- no es, oh Alfa y Omega, a tu gloria permeable.
- El hedor de su vanidad,
- la ha sepultado en un abismo execrable.
- Oh Sumo Redentor,
- de antiguo el corazón de los seres erraticos vierte su rebeldía.
- ¿Por qué los maledicentes aborrecen al piadoso amor?
- ¡Su tiniebla nunca prevalecerá, oh Sumo Salvador, sobre el fulgor del mediodía!
- La Biblia dice: No se alabe el sabio en su sabiduría, ni en su valentía se alabe el valiente, ni el rico se alabe en sus riquezas.
- Mas alávese en esto el que se hubiere de alabar: en entenderme y conocerme, que soy Jehová, que hago misericordia, juicio y justicia en la tierra; porque estas cosas quiero, dice Jehová.
- En tu gloriosa salvación, oh Rey de reyes, no cabrán excusas, ni tibiezas;
- y únicamente el alma de incorruptible santidad, el umbral de la inefable eternidad traspasará.
- Paz de Cristo
domingo, 16 de agosto de 2020
EL PECADOR COMETE SU PECADO MÁS LETAL, AUN EN CRISTO
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