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sábado, 11 de enero de 2025

SALMO 51 EN CRISTO

  • Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia; conforme a la multitud de tus piedades borra mis rebeliones.
  • Lávame más y más de mi maldad, y límpiame de mi pecado.
  • Porque yo reconozco mis rebeliones, y mi pecado está siempre delante de mí. 
  • Contra ti, contra ti solo he pecado, y he hecho lo malo delante de tus ojos; para que sea reconocido justo en tu palabra, y tenido por puro en tu juicio.
  • He aquí, en maldad he sido formado, y en pecado me concibió mi madre.
  • He aquí, tú amas la verdad en lo íntimo, y en lo secreto me has hecho comprender sabiduría. 
  • Purifícame con hisopo, y seré limpio; lávame, y seré más blanco que la nieve.
  • Hazme oír gozo y alegría, y se recrearán los huesos que has abatido.
  • Esconde tu rostro de mis pecados,  y borra todas mis maldades.
  • Crea en mi, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí. 
  • No me eches de delante de ti, y no quites de mí tu santo Espíritu.
  • Vuélveme el gozo de tu salvación, y espíritu noble me sustente.
  • Entonces enseñaré a los transgresores tus caminos, y los pecadores se convertirán a ti.
  • Líbrame de homicidios, oh Dios, Dios de mi salvación; cantará mi lengua tu justicia.
  • Señor, abre mis labios, y publicará mi boca tu alabanza. 
  • Porque no quiere sacrificio, que yo lo daría; no quieres holocaustos.
  • Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; al corazón contrito y himillado no despreciarás tú, oh Dios.
  • Haz bien con tu venebolencia a Sion; edifica los muros de Jerusalén. 
  • Entonces te agradarán los sacrificios de justicia, el holocausto u ofrenda de todo quemada; entonces ofrecerán becerros sobre tu altar.
  • Oh mi Cristo, mimbres eternos son tus bendiciones.
  • Revierte nuestra iniquidad; y vivifícanos con el espíritu del santificado. 
  • Porque, oh Cristo Redentor, Tú eres el primero y el último, el principio y el fin. 
  • Por nuestras perversas veleidades, pendemos del tenebroso abismo.
  • Nuestro origen desvirtuado, nos confiere la esperanza del Cristocéntrico linaje. 
  • Oh Rey de la gloria, indeleble es tu huella, en el que en tu santo nombre se gloría. 
  • De gracia recibimos la pureza, oh Sumo Hacedor, para morar contigo eternamente. 
  • Porque nuestro gozo celestial, es la sagrada verdad del Santo Espíritu. 
  • Rae de mi alma, oh Hijo del Hombre, las irreverentes vanidades.
  • Sé en mi vida, oh Soberano Jesucristo, el glorioso e inconmensurable sentir.
  • Que sea tu santísima verdad, oh Cristo Altísimo, 
  • la que me confronte y me guarde.
  • Oh Rey de reyes, porque tu Santo Espíritu vive en mí,
  • me desharé de la séptica estulticia. 
  • En la búsqueda de tu rostro, oh gran Yo Soy, anhelaré ver en el día postrero tu faz santa. 
  • Porque el umbral de tu gloria, únicamente lo traspasará el siervo bienaventurado. 
  • Y por lo mismo, tus hijos genuinamente consagrados. 
  • Oh gran Dios, Tú eres el Amén. 
  • Y tu eterna morada, revertirá indefectiblemente en el probo discípulo, que hasta el designio extremo te ha podido amar.
  •             Paz de Cristo 

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