Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero.
Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor.
Tu salvación sobrenatural, oh Cristo, hace enmudecer a mi corazón, al reconocer en su latido lo efímero;
y en un de repente ser revestido por tu revelación, oh Señor Jesucristo, con el vínculo perfecto del amor.
Y la Palabra es como toda espada de dos filos, que penetra hasta partir el alma y el espíritu.
La incisión es tan profunda que te muestra lo eterno.
Y el perdón dado a los hombres en tu abominable crucifixión, oh Señor Jesucristo,
es la prueba indubitable de que Tú eres el Todopoderoso Dios del cielo.
Sin santidad no se verá al Señor.
Preserva hasta la muerte, que tu cuerpo mortal se transforme en inmortal para ser elevado a la eternidad.
Tal ha de ser tu espiritual candor,
que invocarás con persistencia el nombre de Jesús, para manifestar con transparencia su verdad.
Tened cuidado de no caer.
Todos los días damos vacilantes pasos en el camino de perfección.
Oh Omnipotente Redentor, por tu sagrada libertad hemos de perecer,
con santísima convicción.
Oh Sumo Hacedor, de tu santuario eterno partimos,
con el propósito de predicar el Evangelio hasta lo último de la tierra.
De tu Palabra, oh Rey de reyes, somos conspicuos heraldos;
y clamamos a su santa voluntad, para ser arrebatados por la gloria excelsa.
Paz de Cristo
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