Acontecerá en aquel tiempo que yo escudriñaré a Jerusalén con linterna, y castigaré a los hombres que reposan tranquilos como el vino asentado, los cuales dicen en su corazón: Jehová ni hará bien ni hará mal.
Horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo.
No tratarás nunca al Todopoderoso, de tú a tú. Él es el Señor celestial,
que en el postrero día te someterá al verdadero juicio.
Oh Cristo, el ser humano que no persevera en tu Sagrada Escritura,
cae en el letargo de la indiferencia.
El Rey de reyes te creó, para que en todo tiempo le dieras solo a Él la gloria más pura,
que no puede estar jamás sujeta a la fatua desobediencia.
La máxima reverencia ha de presidir siempre nuestro altar,
corrigiendo toda indecorosa actitud, oh Señor de señores, por la Palabra.
Qué no exista ninguna altivez, que sería contraria al principio bíblico para al inconverso predicar,
que Jesús nos ama.
Donde está el Espíritu de Dios hay libertad.
Asumamos este sagrado concepto en el
contexto del reino presente en nuestras vidas, que es la adoración cotidiana a nuestro Señor Jesucristo.
Has de saber que no podrás llegar al conocimiento de la verdad,
si no es por el poder del Santo Espíritu.
Seamos el árbol que da el fruto perfecto,
regocijándonos en la paz del Sumo Hacedor.
Del lugar santísimo se rasgó el velo,
para que postrados a los pies del Omnipotente, en la benignidad o en la tempestad nunca prescindas de su amor.
Paz de Cristo
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