Y cuando se sentaron a la mesa, mientras comían, dijo Jesús: De cierto os digo que uno de vosotros, que come conmigo, me va a entregar.
Síntesis de un dolor extremo son sus palabras.
Tú, oh Señor, que tocaste el genuino trasfondo de amar;
sentiste en tu alma la puñalada, de la más vil de las ofensas.
Jesús, dijo: Muchos serán los llamados, y pocos los escogidos.
Oh Cristo Jesús, aquella obscena traición de la Santa Cena,
persiste en nuestra vida cotidiana, de manera flagrante.
Si el Señor Jesucristo, en la cruz del Calvario, libertó de todos los pecados nuestra alma perversa,
¿por qué seguimos hiriéndole con el engaño lacerante?
Oh Omnipotente Redentor, Tú eres el que estabas muerto, y vives por los siglos:
el primogénito de los muertos resucitado.
La muerte no te pudo retener, para redimir a tus verdaderos hijos,
que sentirán en la gloria la eterna salvación del bienaventurado.
Oh Rey de reyes, Tú viniste a deshacer las obras del diablo,
y venciste con tu muerte al imperio de la muerte.
Tu Iglesia amada, oh Cordero inmolado,
en espíritu y en verdad anhela quebrantarse a tus pies, para darte toda la gloria en adoración fragante.
Oh Sumo Hacedor,
al que cree todo le es posible.
¿O no sobreabundaste, oh Fiel y Verdadero, con el eterno poder de tu amor;
para que el ser humano del camino angosto, pudiera en santidad traspasar el umbral de la eternidad, con el nuevo pacto de la gracia de tu derramada sangre invencible?
Paz de Cristo
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