A los altivos, Dios los mira de lejos.
Las excusas no sirven como atenuante de la soberbia.
Determinante es hacer una introspección en nuestra alma, para atar los letales flecos sueltos;
y derrotar en el nombre de Jesús, a la inmundicia séptica.
Existe una inercia ancestral a la contienda en el ser humano;
como consecuencia de una incipiente paz, que se resiste a entrar plenamente en su vida.
La Palabra es la instrucción perfecta que nos aparta de lo mundano,
para obedecer a su cumplimiento por la gracia recibida.
Dice la Biblia: No te apoyes en tu propia prudencia.
Afirmad vuestro paso en el Evangelio;
y en sus buenas nuevas de salvación eterna,
encontraréis un refugio de sagrado privilegio.
Las carencias de amor, oh Cristo Jesús,
son un claro reflejo de la altivez.
Si desechas las tinieblas, en tu espíritu resplandecerá la luz; y beberás del agua de la vida gratuitamente, para nunca más tener sed.
Oh Señor Jesucristo, en ti estamos completos;
solo nos sustenta tu diestra magnificente.
Haznos, oh Sumo Redentor, con la humildad y paciencia de los mansos,
para ser adoradores de tu eterno presente.
Paz de Cristo
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