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sábado, 20 de junio de 2020

EL SER HUMANO, ANTÍTESIS DE LA VERDAD EN CRISTO

Y vinieron sus discípulos y le despertaron, diciendo: ¡Señor, sálvamos, que perecemos!
Él les dijo; ¿Por qué teméis, hombres de poca fe? Entonces, levantándose, reprendió a los vientos y al mar, y se hizo grande bonanza.
Y la fe sobrenatural descenderá, cuando de corazón dándole a Él la gloria aseveremos: 
que para nosotros el vivir es Cristo, y el morir es ganancia.

La Biblia dice: Y Él mismo constituyó a unos, apóstoles, a otros profetas; a otros evangelistas; a otros pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo; para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error, sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo, de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificandose en amor.
Y es que, únicamente en la pureza de tu verdad,
te damos gloria, oh Señor,
para ser tus siervos de eternidad.

Tú, oh Sumo Redentor, no te humillaste hasta la muerte, y muerte de cruz en el Calvario,
para la jactanciosa veleidad de tus volubles seguidores.
Te despojaste, oh Rey de la gloria, de tu cetro y corona regios en el celestial santuario,
para derramar sobre toda la humanidad tus misericordias y favores.

Jesús, dijo: El que venciere heredará todas las cosa, y yo seré su Dios, y él será mi hijo.
Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda.
Quebrantémonos todos a sus pies, con el corazón humillado y contrito,
para que de nuestra conducta nefanda, 
tenga piedad el Altísimo Señor y Salvador Jesucristo.

La antítesis de la solemne verdad nos es sobrevenida, 
al ser pusilánimes, y no haber resistido hasta la sangre en el nombre de Jesús.
No nos escudemos en la excusa ficticia;
porque nos será de condenación, sobre todo, a los que por gracia somos hijos de luz.
                             Paz de Cristo 







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