En la inagotable verdad del Santo Espíritu,
transformas lo que al ser humano le resulta imposible, oh Cristo Jesús.
Sí, porque al invocar el nombre del Señor Jesucristo, la obscuridad se convierte en sagrada luz.
Con sus exiguos niveles de fe,
la humanidad se encuentra sumida en un yermo y estéril desierto.
En el extremo de lo carnal, nadie recibe de gracia el Espíritu que todo lo ve;
porque en sus rudimentos fatuos está espiritualmente muerto.
La Biblia dice: Otro de sus discípulos le dijo: Señor, permíteme que vaya primero y entierre a mi padre.
Jesús le dijo: Sígueme; deja que los muertos entierren a sus muertos.
Oh mi Cristo, tu misericordia es para siempre;
pero nunca perderás a los que en el Eterno son benditos.
La fe es un don del Señor Altísimo,
que concibe sin limites lo sobrenatural.
Y se percibe en el lugar santísimo,
que es la Shekina celestial.
Oh Omnipotente Señor y Salvador Jesucristo,
Tú eres el autor y consumador de la fe.
Y es que, en tu ajusticiamiento en la cruz del Calvario dijiste al Padre: En tus manos encomiendo mi espíritu.
Y en el momento de expirar, oh Rey de la gloria, vervalizaste: Consumado es.
Paz de Cristo
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