Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne.
Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis.
La concupiscencia preserva el yugo de malignidad que a nuestra alma somete;
y únicamente con la gracia de Jesucristo, de esta perniciosa obscuridad libres seréis.
Y también: El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida.
Pero hay algunos de vosotros que no creen.
Oh Cordero inmolado, ¿está asido alguno de nosotros a la sobrenatural revelación, de que fuimos curados por tu sagrada herida?
¿o sin embargo, el maligno nos sigue inoculando su séptico desdén?
No existe mayor obsesión en el ser humano, oh mi Cristo,
que el reconocimiento de sus propias fuerzas.
Y para él es una barrera insuperable, llegar a la excelsa sabiduría de que todo obedece al poder del Santo Espíritu.
¿Qué señal habrás de hacer, oh Señor, para que el incircunciso renuncie a sus profanas creencias?
La Biblia dice: Huid de la fornicación. Cualquier otro pecado que el hombre cometa, está fuera del cuerpo; mas el que fornica, contra su propio cuerpo peca.
¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no es vuestro?
La consideración del mundo, es que vive en su libertad más cierta;
aunque todo le es lícito al hombre perverso.
Y también: ¡Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios.
¿O pensáis que la Escritura dice en vano: El Espíritu que Él ha hecho morar en nosotros nos anhela celosamente?
Las excusas sobre tu ambigüedad, no se resuelven con los fundamentos bíblicos;
has de estar siempre firme, ante la mundanidad sórdida e irreverente.
Paz de Cristo
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